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La palabra respeto deriva del latín respectus, que significa atención o consideración y/o respicere, que significa mirar. El respeto como virtud debiera ser un movimiento interior espontáneo que demuestre el interés profundo por otro ser humano por el hecho mismo de serlo, verle tal y como es, ser consciente de su unicidad, deseando se desarrolle conforme a sus propios deseos y caminos sin conformarse a los planes descritos por alguien más, sobretodo, si estos no coinciden con el deseo y las convicciones de ese, al que nos atrevemos a mirar. Y, para considerar respetuosamente a los demás, debiéramos fundamentarnos en un profundo respeto por nosotros mismos.
El respeto merece engendrarse en una comprensión profunda de la diferencia de nuestras sexualidades, mirando a otro con el alma no con la máscara que reviste aquellos prejuicios de los que no se ha cuestionado su origen y credibilidad. Quien encierra dentro de una caja de prejuicios inflexibles la sexualidad de la humanidad entera, empobrece la riqueza de las experiencias que hombres y mujeres podemos co-construir a partir de las diferentes formas de expresión de nuestras profundas coincidencias, como son: pertenecer a un sexo que nos da la posibilidad de reproducirnos, el deseo de sentirnos co-existentes con otro ser humano (relación sexual), el deseo de amar, ser amados (afectividad) y el placer (erotismo).
¿Cómo desarrollar esta virtud en el estudio de las sexualidades humanas?
El respeto llevado a buen término implica conocer desde su origen y contexto las implicaciones que la sexualidad tiene en la vida de cada una de las personas, no es tarea sencilla, de hecho es titánica, y desde el nacimiento de la sexología como ciencia, a finales del siglo XIX, es la investigación la que ha venido dando respuesta a la complejidad del tema, ayudando a las sociedades a obtener mayor consciencia de sí misma para su evolución integral y la coherencia de su propia imagen. Es la investigación la que ha servido de apoyo a las acciones de quienes se preocupan por la salud, educación y bienestar de la sociedad, de modo que ya no se actúe sobre bases falsas, si no a partir del conocimiento de seres humanos provistos de una sexualidad. Esta herramienta entonces, es fundamental para acercarnos al respeto cuya eficacia, se alcanzará a medida que la educación de la sexualidad alcance a todas las edades, dentro de todos los contextos y en cada rincón del país, pues es a partir de un profundo cambio de actitudes que esta virtud puede alcanzarse.Cuando el respeto realice su propia función sobre la diversidad sexual*, no de cualquier manera, si no de un modo perfecto, entonces podremos decir que es virtuoso, que no se trata más que de un valor fundamentalmente encarnado en nuestras sexualidades.
Mayra A. Pérez Ambriz. Médica Sexóloga Clínica
Citas al 5591308643 o al WhatsApp: 5516998106*La diferencia es una de las características que nos viste en el tema de la sexualidad por lo que me he permitido utilizar el término diversidad sexual sin la finalidad de ser separatista si no inclusiva, pues en ese término, vamos todos, todas, todes, independientemente de nuestro sexo, género, identidad de género, preferencia sexo-genérica y/o expresiones de nuestro comportamiento sexual a nivel individual y relacional (pareja y sociedad).