La violencia relacionada con el género comienza con frases o situaciones aparentemente inocuas como éstas (y luego escala, sin detenerse):
"¿Por qué te vistes así?"
A un niño: "no saludes de beso, eso no es de hombres"
En la fila para comprar tortillas, un hombre cede el paso a una mujer diciendo (asumiendo): "Adelante, ya hiciste la comida; nosotros los hombres solo llegamos a sentarnos."
Un hombre le pregunta a otro: "¿No te gusta el fútbol? Entonces, ¿cómo pasas tus domingos?"
"¿A qué baño debería entrar una persona trans?"
"Que los hombres superen -por mucho- la cantidad de muertes violentas, no es tan importante como los 55 trasfeminicidios o las más de 3000 mujeres asesinadas cada año."
¿No lo ves? Esto puede deberse a dos situaciones generales:
La normalización de la violencia implica que no queremos, podemos o intentamos hacerla consciente con independencia del género que nos asignaron (reconocerla plenamente) en las tres personas que la conforman: generador, receptor y observador. Las razones son variadas y van más allá del alcance de este escrito.
Tus privilegios: En este contexto, me refiero a las ventajas sociales, económicas, políticas, relacionadas con las funciones de tu cuerpo, tu raza, tu clase, tu género u otras, de las cuales podrías estar disfrutando en comparación con otros grupos que enfrentan discriminación y desventajas sistemáticas. Tú (y yo), al no formar parte de alguno o varios de estos grupos, tendemos a ignorar esas experiencias y, por lo tanto, no consideramos sus impactos en nuestras acciones o discursos.
Una vez en redes sociales, respondí a una publicación con una imagen que decía: "Tener relaciones sexuales en la primera cita es..." Entre otras respuestas, algunas personas expresaron, desde mi interpretación, una perspectiva influenciada por ideas judeocristianas (y de género): "faltar al respeto a ti misma", "faltar a tu decencia", etc. Como estudiosa de las sexualidades, respondí: "una decisión", en el contexto de que todos somos libres de elegir consensuar un encuentro sexual cuando lo deseemos (siempre y cuando no haya daño o se trate de un delito). A raíz de esto, recibí solicitudes y propuestas de hombres en Facebook, asumiendo ciertas cosas que sé, no tengo ni que explicarte en razón precisamente de lo que se sabe de los géneros.
Llevo años explorando, cuestionando, estudiando y apoyando temas de género, y no dejo de sorprenderme. El género se convierte en un sistema de opresión porque impone expectativas basadas en nuestros cuerpos (particularmente nuestros órganos sexuales y características sexuales primarias y secundarias, así como todo lo que se considera femenino o masculino). Una forma en que esto nos afecta es que aprendemos a imponer y aceptar estas expectativas, incluso sin cuestionarlas.
Hoy en día, a diferencia de generaciones anteriores, es probable que decidamos romper con esta dinámica. Al menos esa es mi invitación, y la de muchas otras personas e instituciones.
Creo que asumir que las diferencias nos dividen es un error. Desde esa perspectiva, hago mía la pregunta de una autora del libro "Tsunami": ¿Cómo podemos fortalecer los vínculos a través de expresiones diversas de género? Es importante entender que la expresión de género que elige cualquier persona no lo hace contra ti.
Sugiero que construyamos nuestro propio concepto de género basado en lo que nos haga sentido a cada uno de nosotros. Como dijo Alberto Hernández, médico sexólogo en una transmisión en vivo en Instagram que grabamos recientemente: "¿Por qué no diseñar tu propia expresión?" Para lograrlo, es importante cuestionar nuestras imposiciones, condicionamientos y limitaciones. Como se menciona en "Tsunami", el riesgo de aceptar una categoría sin cuestionarla es aceptar rasgos que otros intentan imponernos, lo cual nos lleva a creer que tenemos derecho a decirle a otros cómo deben ser, actuar, etc.
En tus elecciones, eres libre. Está bien si decides seguir un estereotipo, un color, una vestimenta, una forma de expresar tus emociones o conductas, siempre y cuando sea una elección genuina y seas respetuoso con las decisiones de los demás. Porque todo lo que se impone es violento, y la violencia atenta contra la libertad individual.
La violencia causa daño, ¿por qué no la desmontamos? Te invito a compartir tus propuestas y, sobre todo, a comenzar a poner en práctica acciones concretas desde hoy.
Mayra A. Pérez Ambriz
Médica Sexóloga Clínica
@sayume_si